sábado, agosto 12, 2006

Ayer

Ayer. A veces pienso que no hay mejor tiempo como el ayer, quizá porque me gusta recordar, porque me envuelvo en mis recuerdos, como y bebo de ellos, o porque simplemente no se pueden cambiar, y la memoria no es tan buena para mantenerlos tal cual, por lo que aun que no queramos el ayer mejora a cada día. Y es que quién no recuerda esos días en familia, junto al mar o si las posibilidades económicas no daban para tanto junto a la piscina de algún balneario, con el sol calentando el suelo que a su vez quemaba mis pies descalzos, y ese atún con mayonesa que mi madre me daba rodeándolo de pan, los toboganes, y tragar toda esa agua puerca, son cosas que no quiero hacer de nuevo, pero son también bellos recuerdos de ayer.

Ayer, en las ferias de pueblo, con los algodones de colores, la música, las luces, los gritos, el ruido de los juegos mecánicos, el carrusel que terminaba por marearme, el aire que cala en los huesos cuando uno termina dando vueltas en las sillas voladoras, el vértigo y aburrimiento de la rueda de la fortuna, lo mas alto donde podías ver todo aquel alboroto.

Los días de fiesta de ayer, septiembre y el grito, los castillos y el olor a pólvora, los sombreros grandes y los inconfundibles bigotes estilo pancho villa, los guajolotes y las enchiladas, sin olvidar el tradicional tequila y gritar como el sonar de las campanas. El día de muertos, el olor a pan recién horneado inunda las calles, calaveras de chocolate con tu nombre escrito, dulces de azúcar que son más lindos que ricos, esqueletos y muerte en todos lados. Las posadas con los cantos y las velitas, el olor al cabello quemado de la niña de enfrente, el pozole, los dulces, las piñatas y lo que no puede faltar las lucecitas echando chispas, cantar de casa en casa, tomando ponche que los grandes pedían picaramente con piquete.

Año nuevo, no tengo mucho que decir, en casa nunca hacemos nada, no recuerdo nada… tampoco en navidad, sólo el arbolito, que se fue quedando sin esferas, con pocos focos y al final sin árbol. El día de reyes fue perdiendo la emoción, los juguetes por los que antes no podía dormir, el ir a abrirlos, ver aquellas cajas envueltas con papel periódico que nunca repare en leer, creía que así a todos les envolvían sus regalos, que a los reyes magos no les quedaba dinero para comprar papel de colores, después me di cuenta que era una cosa ahorrativa de mi madre, en fin, al paso del tiempo la emoción no llego, ni las mañanas de regalos, ni la sorpresa, algunos días de llanto nostálgico sí.

La siguiente fecha de ayer, mi cumpleaños, mucho pastel, regalos, gelatinas, piñatas y dulces, ya no queda nada, a veces pastel y uno que otro regalo, pero esos ya son mas días de hoy, porque ayer, ayer había niños corriendo por doquier, un vestido nuevo cada año, y una sonrisa en mi rostro.

Ayer, ayer, todo un lindo ayer, ¿y mañana?, mañana será otro día…